17 nov 2008

El gusto de Martín Álvarez por las disciplinas circenses empezó desde pequeño, cuando año a año sus padres lo llevaban a las carpas a ver los distintos espectáculos. –Es algo que siempre quise hacer, desde que vi a los malabaristas por primera vez, caché que era algo que podía lograr, me gustaba también la alegría y asombro que causaban en la gante cuando hacían sus rutinas. Además me interesaron los actos de destreza física, eso de darse mortales y elevar a algún amigo por los aires –comenta feliz.

A los quince comenzó en serio con los malabares, y su madre lo retaba por que al no tener unas cuantas pelotas, practicaba todo el día con la fruta de la casa. Con el pasar de los años, desarrolló una cierta destreza y comenzó a mostrárselo a sus amigos para entretenerlos, uno de ellos le presentó a Diego, quien también poseía pericia en la actividad y gustos afines, por lo cual congeniaron de inmediato y la amistad no tardó en surgir. –Fue algo súper bueno conocerlo, por que es una gran persona que me ha enseñado mucho y me ayudó mucho en esto, por ejemplo antes solo podía jugar con tres pelotas, ahora puedo con cuatro y más. Aparte que como nos gustaba lo circense a los dos comenzamos a hacer harta actividad física para poder dar mortales y hacer levantamientos – explica.

Ahora Martín tiene veintidós y se encuentra en la plaza Brasil, anda solo, lo que no es común ya que la mayor parte del tiempo la pasa junto a Diego, quien no pudo salir por estar resfriado, por lo que hoy será una actuación individual. En su mochila busca sus cuatro pelotas de colores. –Son mis favoritas – hace notar. Las agarra y luego comienza con sus malabarismos, la sonrisa en su cara deja en evidencia lo mucho que le gusta hacerlo. Al verlo, algunos niños se amontonan para mirarlo y aplaudirle. Luego de unos minutos se cansa y se sienta en el suelo, un niño se le acerca y le ofrece una moneda, que es rechazada con mucha educación. –No me gusta que me den plata, esto lo hago como hobby, no para ganarme la vida. Simplemente quiero entretener a la gente y a mi mismo, igual cuando ando sin plata acepto algunas monedas, pero no en general… se podría decir que es por puro amor al arte, ya que el dinero en realidad no me falta – cuenta serio. Para vivir trabaja en la empresa familiar junto a su padre como diseñador grafico, eso le consume la mayor parte del tiempo, pero siempre logra hacerse un momento para salir y juntarse con Diego a practicar lo que les gusta, en distintas plazas, ya que según el, no le gusta la monotonía de estar en el mismo lugar todos los días.

Luego de una hora y media jugueteando en plaza Brasil, Martín mira su reloj y decide que es la hora de partir y volver al mundo real, el cual exige horario. Toda la gracia de los malabarismos queda atrás y la diversión se termina.

No hay comentarios: